EL JUEGO DE TU VIDA

LA COPA DEL MUNDO

La Copa del Mundo siempre trae momentos inolvidables. Aplaudimos a nuestro país, gritamos, saltamos y a veces nos conmovemos al punto de llorar.

Debido a la presión de la competencia, es posible observar la fragilidad física y emocional, tanto de los jugadores como de la fanaticada.

Es habitual que los jugadores abandonen la competencia tras sufrir una lesión, o incluso vuelvan al banquillo por no encontrarse bien emocionalmente.

También podemos ver a aficionados que se enferman durante el partido, por el exceso de tensión.

EL IMPEDIMENTO

Puede que veamos tanto a jugadores como aficionados orando y haciendo la señal de la cruz, pero ¿realmente conocen a Dios?

¿Saben a quién van dirigidas sus oraciones?
¿Tienen todos ellos acceso a Dios?

Dios nos creó para disfrutar de una relación íntima y personal con Él, pero a causa del pecado (malos pensamientos, palabras y acciones) hubo una separación entre el hombre y Dios.

La Biblia dice que todos han pecado y por lo tanto están separados de Dios. (Romanos 3:23).

EL REINICIO

Pero Dios proveyó la solución para resolver la separación causada por el pecado. Él envió a su Hijo Jesús a morir en la cruz, pagar la pena y perdonarnos por nuestros pecados. De esta manera es que podemos disfrutar de una vida con Dios.

La Biblia dice:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Juan 3:16

LA JUGADA PERFECTA

Jesús es el único camino a Dios.

Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí”. Juan 14:6

Este es un regalo de Dios para todos nosotros.

Jesús murió por nuestros pecados, perdonándonos y fue resucitado para que, creyendo en Él, pudiéramos tener una vida nueva, disfrutando de una relación con Dios, garantizando nuestra eternidad en el Cielo.

¡LA COPA ES NUESTRA!

Puedes comenzar tu relación con Dios ahora mismo.
simplemente acepta a Jesús como tu Salvador.

Si este es tu deseo, puedes hacer esta oración:

“Señor Jesús, entiendo que soy pecador y que el pecado me
separa de Dios. Quiero recibirte ahora como mi Salvador.

Te agradezco por sufrir y morir en la cruz, pagando por
todos mis pecados. Me alegro porque venciste la muerte,
resucitaste y hoy me ofreces una nueva vida a Tu lado.

Te entrego mi vida. Amén”